Mi abuela Ariadna
He vivido muchas historias a lo largo de los años, unas propias y otras de gente a la que aprecio.
He llorado, reído, sufrido, amado…
¿Saben una cosa? Nunca, nunca, eché en falta no hacer algo que no me apeteciera. No tuve ningún inconveniente en hacer puenting, rafting, paracaidismo, submarinismo, escalada…
Eso no quiere decir que lo hiciera todo perfecto como una profesional. ¡No se equivoquen! Lo hice lo mejor que pude. Lo bonito de todo esto es que elimine “LOS NO PUEDO” de mi vocabulario. Eso no quiere decir que fuera una loca que se lanzara en paracaídas desde una avioneta.
¡No se equivoquen! Me preparaba. Recibía clases. Y cuando consideraba que ya podía hacerlo, ahí estaba yo, tirándome por el puente más alto que te puedas imaginar sostenida por una cuerda de seguridad.
¿Saben otra cosa? ¡Disfruté! Me lo pasé en grande con todas y cada una de mis aventuras. Además, me permitió conocer a gente muy diversa e increíble que compartían conmigo sus peculiares historias.
¿Por qué les cuento esto? Muy sencillo. Con el tiempo he observado que la gente no vive. Se acostumbra a una rutina, a unas obligaciones. ¡Salgan al mundo! ¡Carajo! Aventúrense a vivir fuera de los muros de su casa, de su trabajo, de su entorno más familiar.
El senderismo es una muy buena razón para empezar. Conviértanse en Nómadas. A veces, solo es necesario un primer paso hacia adelante para abrirse todo un universo de posibilidades. No esperen a su último suspiro para arrepentirse de no haber vivido.
La felicidad puede estar más cerca de lo que cualquiera de ustedes pueda imaginar.
AUTORA: MARIA ELENA PEÑALVER